La reciente noticia sobre la investigación a un director de cine por presunta estafa con recursos obtenidos mediante la Ley 814 de 2003 ha encendido las alarmas en el ecosistema audiovisual colombiano. Aunque este es uno de los casos más visibles por su cobertura mediática, no es el único. Y es importante recordar que toda historia tiene más de una versión.
Todos los negocios implican riesgos, y la financiación de proyectos culturales no es la excepción.
No le doy la razón a nadie —porque no me corresponde—, pero sí creo necesario reconocer que la interpretación y aplicación de esta ley puede prestarse a diversas lecturas. Y eso nos afecta a todos: tanto desde la producción como desde la inversión.
Existen múltiples proyectos e inversionistas que han resultado perjudicados, ya sea por incumplimientos formales, falta de trazabilidad o vacíos en la gestión. Esto no implica que todos los procesos sean fraudulentos. Más bien, revela una necesidad urgente: fortalecer las buenas prácticas, promover la educación legal y financiera, y brindar mayor claridad operativa a todos los actores involucrados.
Una herramienta valiosa… si se usa bien
La Ley 814, promulgada en 2003, nació con un propósito poderoso: incentivar la producción cinematográfica colombiana y facilitar el acceso a inversión privada mediante beneficios tributarios. Gracias a ella, muchas historias han podido llegar a las pantallas, como La Sombra de Tu Sonrisa y Kintsugi, proyectos en los que he participado desde Studio AYMAC, atrayendo inversión privada con propósito y resultados verificables.

Como cualquier herramienta, su efectividad depende del uso que se le dé.
El problema no está en la norma, sino en cómo la aplicamos: con o sin preparación, con o sin conciencia jurídica, con o sin intención de largo plazo.
Hablo desde la experiencia: dos sombreros, un mismo compromiso
No escribo esto desde una postura absoluta, sino desde el aprendizaje que da haber estado en ambos lados: como productora ejecutiva y como gestora de inversión cultural.
Me considero experta, sí, y aun así he cometido errores y pagado el precio. Perder medio millón de dólares en un proyecto mal ejecutado me enseñó más que cualquier clase.
Aprendí que la legalidad no es una formalidad: es una herramienta de protección, especialmente cuando hablamos de dinero de terceros.
Desde ese lugar de experiencia vivida —con éxitos y tropiezos— comparto lo que hoy hacemos en INVEREC.
Buenas prácticas que cultivamos hoy
Para productores y creadores:
Para inversionistas culturales:
Como empresa, sembramos legalidad y confianza
En INVEREC no nos asumimos como la solución perfecta. Nos reconocemos como un actor comprometido con la sostenibilidad del ecosistema audiovisual, promoviendo la educación financiera, la cultura de legalidad y la transparencia en cada etapa de los proyectos que acompañamos.
Una lección, no una sentencia
Cada peso invertido en cultura es una apuesta por representar y preservar la diversidad cultural del país. Que lo ocurrido no se convierta en excusa para frenar el impulso del sector, sino en una oportunidad para hacerlo mejor. Desde cada rol —productor, gestor, inversor— podemos sembrar confianza, profesionalismo y conciencia.
Porque sí es posible hacer cine con ética.
Sí es posible invertir con propósito.
Y sí es posible construir industria desde la consciencia.
¿Eres productor o inversionista y quieres hacerlo bien?
En INVEREC te acompañamos paso a paso para proteger tu inversión y fortalecer el impacto de tu proyecto.
Diligencia el formulario para una asesoría inicial sin costo y elige la opción que mejor se adapte a tus intereses.



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